Trina Quiñones
Insomnio urbano, 2.003
1
La habitación se
ha quedado
completamente seca.
2
Me acompañan los
edificios y el asfalto.
Mido agresividades
con conductores
de últimos modelos.
Los portadores de
celulares
nos lanzamos miradas
oblicuas.
Soy la última habitante.
3
La noche no quiere
dormirse.
Los de la calle
defecan en las aceras
y le dan la última
pincelada
a sus instalaciones
de desarmadas cajas
de cartón. Vacías
botellas de cerveza
de color marrón.
4
Soy una persona
que se lanza a la
calle
sola, mal vestida,
sin dinero,
mirando al piso,
buscando lo otro
o lo mío o lo nuestro.
No asisto a reuniones
sociales
ni invito ni soy
invitada
escribo montañas
de poemas
que los connacionales
no leen.
Yo vengo de otras
fronteras.
5
Los habitantes del
concreto
se deslizan lujosamente
desvestidos.
Sus atavíos gritan
deleznables fantasmas
solos.
6
Las mujeres dejaron
sus tribus
y con los hijos
yacen en las aceras,
infelices adormecidos
colgados de un seno
vacío
¿quién los insertó
en la mugre de la
urbe?
7
Ahora el Metro es
de todos.
El informalismo
se trepa por sus bocas
que arrojan un vaho
marginal
sobre los usuarios.
Los vagones
nos refrescan del
agobiante murmullo
de los “rumores”.
Torsos al aire,
piercings a granel,
escotes abusivos,
parejas complacidas,
niños barrocos,
pre-púberes de tacones
altos,
matronas de bocas
y uñas decoradas,
estudiantes en juerga,
pequeños escolares
independientes,
piernas mutiladas
o llagosas,
récipes de medicinas
importadas,
colectas para operaciones
o entierros,
madres desquiciadas,
vendedores de chocolates
y bolígrafos,
ejecutivos engominados,
jóvenes redondeadas
de silicón
8
Veo rostros envejecidos
tareas claudicadas.
Miríadas arrastran
sus zapatos viejos.
Las muecas se agolpan
en el Seguro Social.
9
Hace demasiado silencio
y el caos acecha
a mi puerta.
Comienzo a divagar
por calles y plazas.
Una bruma
envuelve a los edificios
y a mi cerebro mismo.
Mi boca conversa
desatada
y el Mensajero me
presta oídos.
Sí. Parece comprender
su misión.
10
Desde mi cama veo
cómo me trepo por
el techo
y miro este rictus
que en mí se ha
instalado,
cómo me busco
en mis propios libros
y
en pensamientos
adecuados.
Algunas ideas salen
de mi cabeza
y flotan por la
habitación
11
No tenemos control.
Las calles están
nerviosas
las casas, allanables
los transeúntes
secuestrables
y/o violables.
Los adolescentes
guerrean su juventud
sobre patinetas.
Mi corazón, sin
ti,
también guerrea.
12
Las calles
repletas de protesta
hay un reclamo
ínsito
en los bailes y
en las risas.
Ya no quiero
escuchar
los susurros de
mi celular.
13
La ciudad vibra
en mayúsculas
frenética o silenciosamente.
Intentamos dormir,
pero los demonios
no cesan
disparos
están hiriendo la
noche
y todos, estáticos,
fingimos que fingimos.
14
Todo está roto,
ido
las calles, vacías
y dolidas
mi tierra, envenenada,
secuestrada.
El amor desapareció
dejándonos a descampado
perplejos.
15
Habiendo sido secuestrados
o extorsionados
pedazos de mí,
sobreviene
un necesario reacomodo
de vida. ]
Podemos prestar
nuestras nuevas
versiones
a provisionales
moldes de plastilina.
16
Ese habitante
se auto-adjudica
un espacio
en la ya notoria
penumbra citadina.
Apenas he terminado
ese trayecto,
un poco más avanzada
la tarde,
y él se manifiesta
como un elemento más
que acompañará la
noche;
su intrincado despeinado
y agudos ojillos
brillantes
someten a los transeúntes
a una evaluación
mis pasos, calmadamente
acelerados,
rehuyen su robusta
figura
que la noche, ahora,
se roba.
17
En un instante
la ciudad despertará.
Un cortejo de balas
matizan mi insomnio
¿cuál será su lúgubre
destino
voraces proyectiles
libertarios?
18
Él no quiere bajarse
en la Estación Altamira
y yo he pensado
que es por razones
políticas
pero resulta que
él
estaba saliendo
de la estación
la noche de la masacre
y, muy despacio,
le tocó caminar
entre las balas.
19
El sedante
va tomando cuenta
de mi pecho
y se instala
con una fuerza opresiva
que me permite
anularme
a conciencia.
Es un limbo
un poco amargo
entre furiosos y arrogantes
detentadores de
la verdad
mientras, los cadáveres,
se disputan la cotidianidad.
20
Hay demasiados cadáveres.
Algunos son ilustres
y reciben aplausos
los demás,
reciben gusanos.
Caracas, 19 de octubre de 2.003